jueves, 24 de diciembre de 2009

Robinson de los bares del sur

Hace años que no veo ni hablo con Alfonso, Chiqui, Joaquín o Manolo, pero durante mucho tiempo fui su fan número 1 en la carbonería. Luego la vida me dio empujones para dejar de ir allí a verlos y más tarde fueron ellos los que emigraron a otros lugares. Creo que la última vez que vi a Joaquín Calderón fue en el café Libertad 8 en Madrid y a Manolo Cuesta en el Buho Real también en Madrid, a Alfonso del Valle poco después de la grabación de su disco "Básico" en el cual hice de público y a Chiqui Calderón he tenido la suerte de habérmelo cruzado alguna vez por la calle.

Por eso casi se me vuelca el corazón cuando hace un par de días, volviendo del trabajo en mi coche, escuché en la radio la voz de Alfonso. Inmediatamente la reconocí. Aunque parezca extraño, a la persona que cantaba con él no le reconocí. Era Kiko Veneno, quien por cierto me encanta. Estaba seguro de haberle escuchado antes, pero no fui capaz de distinguir su voz. Le estoy conpensando escuchando su disco "echate un cantecito" mientras escribo esto.



A kiko no le conozco, pero siempre cuento como un momento especial un concierto suyo a la vera del río hace unos años. Y ahora os lo voy a contar a todos.

Era una de las noches más frías que recuerdo en Sevilla, y mi pareja se empeñó en ir a un concierto de percusión brasileña que daban en el río. Yo no quería ir de ningún modo por la mala noche que hacía. Prefería irme a algunos bares a compartir tonterías con amigos, pero... me consiguió convencer. Fuimos al concierto y llegamos justo para escuchar la última canción. Imaginaros la rabia que me dio. Cuando nos disponíamos a volvernos a algún lugar cálido, emprendimos el camino por el lateral del escenario. Allí ví a Kiko Veneno.¡o_O! Mi cara se descompuso. Me encanta Kiko. Me giré a mi chica y le pregunté "¡¿canta Kiko?!" y ella me dijo "canta alguien más pero no sé quién". Yo me dirigí hacia él y le pregunté directamente. Tras la afirmativa respuesta, utilicé mis codos y el dolor que produce un golpe seco en frío para situarme en primera fila del concierto. Escuché un buen puñado de canciones casi en el nirvana. Estaba saciadísimo. La noche horrible se había convertido en la mejor casi la mejor noche del mundo. Cuando ya pensaba que nada mejor podía pasar, veo cómo en las escaleras del escenario espera un gitano en pijama y con pinta de recién levantado: Raimundo Amador. Ahora sí era la mejor noche del mundo. Las piernas me flojeaban, creí que me faltaba el azucar, la chica que estaba al lado mía (creo que mi mujer actual, pero no puedo asegurarlo porque esa noche yo "estaba sólo" con Kiko y Raimundo) me miraba como diciendo "qué le ha dao a éste ahora con los yonkis y los gitanos". No lo entendía. Escuché, bailé, disfruté y me volví a casa con la sensación de no poder volver a vivir una noche tan..., tan..., ¡LEGENDARIA! (esa es la palabra) Por suerte ha habido otras muchas noches legendarias, pero las dejo para otros capítulos. Ya véis, soy un Robinson de los bares del sur, Robinson de los bares del sur, Robinson ...

P.D.: Llevo toda la mañana mirando en sus Myspaces y sus páginas webs, escuchando sus nuevos temas y disfrutando como un niño de saber que les va bastante bién y que siguen haciéndolo genial (especial mención para Chiqui que ha comenzado su carrera en solitario y me ha sorprendido muy gratamente). Un fuerte abrazo para todos ellos aunque dudo de que lean mi blog y, si lo hacen, no creo que sepan quién se esconde tras mi pseudónimo.

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